lunes, 24 de enero de 2011

NOS QUIEREN PINOCHOS


“Aprenderé en la televisión que voy a ser para siempre un hombre que corre, acaso como lo es Pinocho, en los episodios de Luigi Comencini, cuando corre en busca del hada de los cabellos azules por las playas y por los campos con su traje de papel floreado, y su gorro de miga de pan, y sus zapatos de corteza de árbol. En Comencini, tiene el hada de Pinocho un goticismo de pastelería de festivo, una tenebrosidad clara de puntillas, blondas y lazos, y asimismo una convalecencia de mujer que vive encerrada, que la emparientan con la señorita Abisma de la novela Grandes esperanzas, y quizá por eso voy siendo a la vez un poco Pip y un poco Pinocho.

Pinocho en la versión de Comencini, se convierte alternativamente de muñeco en niño y viceversa, y así descubriré lo que tengo de títere, y aprenderé de esa forma que dentro de uno palpita una condición atávica y artesanal, a la que nunca va a poder renunciar. Pinocho va más allá que los detectives y los inspectores de policía, pues es el niño que corre, y esto le hace aun más verdadero que el hombre que corre, porque en un hombre que corre hay siempre un poco de retórica, y en el niño lo que hay es sólo estilo.

Pinocho es el héroe más cierto, porque muere ahorcado en la rama de una encina, y va a ser necesario un hada para resucitarlo. Un héroe no lo es sin sacrificio. Atrapado en un mundo donde todo es mentira, y en el que hasta él es de mentira, a Pinocho no le está permitido mentir, y por eso, porque juega bajo esa desigualdad, es incapaz de salir adelante. Pinocho cuenta la historia de alguien verdadero inmerso en un torbellino de embustes.”

Javier Pérez Andujar, Los príncipes valientes.


Los carroñeros de poder, los que enmascaran su necedad y villanía tras los muros de sus imperios con la complicidad y servilismo de nuestra clase política, esos violadores de la dignidad humana que se pavonean por el mundo administrando cicuta, esos verdugos de nuestra libertad, nos han cosido hilos para dirigir cada uno de nuestros movimientos, y nos quieren convertir en pinochos que deambulen temerosos por un mundo de mentiras, atrapados en el interior de una madeja de embustes, mitad humanos mitad muñecos,  frágiles, inofensivos, expugnables.

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