lunes, 8 de marzo de 2010



Envidia del pene

Envidio a los hombres que pueden anhelar

con infinita vaciedad

el cuerpo de una mujer,

que esperan que su anhelo

haga un niño,

que su oquedad misma

fertilice lo oscuro.

Las mujeres no se hacen ilusiones

sobre esto,

ya que son a la vez

casas y túneles,

copas y las que escancian el vino,

ya que conocen el vacío

como estado temporal

entre dos plenitudes,

y no ven en ello ningún romance.

Si yo fuera hombre,

condenado a esa infinita vaciedad,

y no teniendo alternativa,

encontraría, como los otros, sin duda,

una mujer para bautizarla Vientre de Luna,

Madona,

Diosa del Cabello de Oro

y hacerla tienda de mi deseo,

paracaídas de seda de mi lujuria,

icono ojiazul de mi sagrada comezón sexual,

madre de mi hambre.

Pero ya que soy mujer,

debo no sólo inspirar el poema

sino también escribirlo a máquina,

no sólo concebir al niño

sino también darlo a luz,

no sólo dar a luz al niño

sino también bañarlo,

no sólo bañar al niño

sino también alimentarlo,

no sólo alimentar al niño

sino también llevarlo a todas partes,

a todas partes...

mientras que los hombres escriben poemas

sobre los misterios de la maternidad.

Envidio a los hombres

que pueden anhelar

con infinita vaciedad.



Erica Jong

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