lunes, 15 de marzo de 2010

LUZ Y SOMBRA DE UN CASTELLANO VIEJO

Naciste viejo, Miguel, mamando la sabiduría de la tierra en que te plantaron y sobre la que creciste, como árbol noble. Fuiste sencillo y natural, Miguel, como el ámbito rural al que tanto amabas .Describiste como nadie el sentir “individual” de esas vidas labradas en el campo y pueblos del interior peninsular, el sentir de la vejez, de la nostalgia, del recuerdo. Y no te tembló la voz para renegar, a riesgo de ser tildado de tremendista y ”antiprogesista”, del rumbo de una sociedad “moderna” en constante evolución tecnológica y paralela deshumanización, un mundo que, usando tus propias palabras, desatiende la necesaria relación de concordia entre Hombre y Naturaleza.


Por mi parte, quiero confesarte que te descubrí ya hará más de 20 años con “La Hoja Roja”, un hallazgo entre dispares libros de texto de mi hermano Juan. Y su lectura conseguió conmover a aquel adolescente, con la historia desnuda del viejo Eloy y su papel de fumar, ese mismo que el viernes te abandonó. Bien sé que tú, Miguel, por tu naturaleza juiciosa, siempre entendiste que la vida tiene un “tiempo” y un final. Y a ti ya hace doce años que te apareció la odiosa hoja roja, para comunicarte que debías prepararte, que aguardaras en la sala de espera a que llegara tu turno.

Tu sombra, estoy convencido, será alargada y extensa. Yo, sólo, espero disfrutarla, sentando en una piedra, al atardecer , oteando el horizonte, a ver si , por un casual, descubro volar una Milana Bonita.


El poeta amigo Franz Serrano, ha querido sumarse y regalar unas palabras:

“La Sombra de Miguel no es alargada, sino luminosa, y sus palabras estarán con nosotros para crecer a su lado, más allá del recuerdo”


Trascripción de fragmentos del discurso de ingreso de Delibes en la Real Academia Española de la Lengua, un 25.05.75:

“Mis personajes hablan poco, cierto, son más contemplativos que locuaces… por escepticismo, porque han comprendido que a fuerza de degradar el lenguaje lo hemos inutilizado para entendernos…Mis personajes no son, pues, asociales, insociables ni insolidarios, sino solitarios a su pesar. Ellos declinan un progreso mecanizado y frío, es cierto, pero simultáneamente, este progreso los rechaza a ellos, porque un progreso competitivo, donde impera la ley del más fuerte, dejará ineluctablemente en la cuneta a los viejos, los analfabetos, los tarados y los débiles”

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